4 de marzo de 2010

Las noticias en bruto y el no discutido (no indiscutido) lugar del periodista


Casi que debo confesar que el obligarme me ha hecho un pequeño radio-escucha. Y, casi, hasta con vergüenza, admitir hacer uso constante de La Red y de Continental, y, si algo disfruto de verdad (cuando no suena la impresora o el teléfono) es a Magdalena hablándome tempranísimo, aunque ya esté cansado de estar despierto. Eso, a modo de parentesís, esto, lo que quiero notar:
Continental anticipaba, ya en el cierre de "Primera hora", programa de 5 a 6 de la mañana, que Michelle Bachelet, presidenta del pueblo chileno, estaría hablando por teléfono con el programa a las 8 de la mañana del día de hoy, horario de "Magdalena tempranísimo". Admito que considero al terremoto de Chile (como en su momento, al de Haití), como noticia bruta, dato que no necesita de tanta subjetivación y, antes de que alguien que quizá alguna vez lea esto y tengo ganas de discutirlo, lo digo de esta forma y lo categorizo así, en primera instancia, porque no sé de tecnicismos para estas cuestiones y, yendo al concepto en sí, porque como noticia no necesita de grandes titulares, de artificios que no necesariamente tienen que ser engañosos, pero sí cautivadores, si se quiere, para que el lector apurado, lea... Estos hechos, estas noticias brutas requieren tan sólo de las palabras justas para señalar el hecho, para denotarlo -retomando ideas- y lo demás "se vende por sí sólo", por presentarlo de alguna manera (Claro, hay quienes venden y quienes buscan decir, pero esquivemos sólo por hoy tantos debates... Me siento casi flaqueando, pero trataré de no cansar). Por lo demás, decir tan sólo que estos hechos me interesan más que los titulares corrientes de los diarios, no tanto porque sean poco corrientes (y, por ello mismo, requieren de un estudio pormenorizado en el momento que se da, no sea que luego se pierdan esos "pormenores" que seguramente no han de ser menos importantes), sino por su magnitud, por la catástrofe real que afecta a mi sensibilidad, admitiendo el ego.
Entonces, no pude más que seguir sintonizado para escuchar una conversación que no era tan personal como se presentaba, que la mandataria chilena se dirigía no sólo a esa cadena, sino a varias en distintas naciones y en la que, aumentando mi cuestionamiento de estos días (y que es lo que deseo presentar), se hablaba no de la relación con esos países con los que se comunicaba, sino que detallaba el estado social (la población y la crisis, el toque de queda, la situación de los recursos, ya sean energéticos como de alimentos y agua) en el que la nación bajo su mandato se encuentra... Sin lugar a dudas que al pueblo argentino, como al mexicano y a todos los estados del mundo les ha de interesar, quizás hasta como tema fundamental (por extremar, extremo uno y otro, y siempre del otro para que no se queje, él y nos) el estado crítico de un país devastado por una catástrofe que algunos piensan, sólo para nombrarlo, nada más, no es tan natural, o geológico, mejor dicho.
Retomo y concluyo so pena de perder poco por decir mucho; retomo conceptos de una comunicación institucional que no dejó de molestarme... Y digo: ciertamente ante una crisis hay que hablar para que otros no hablen e inventen; y ciertamente mantener una buena relación con los medios, so pena de venganza, es una estrategia fundamental... Pero: ¿por qué esto tiene que tener importancia? Digo: no critico ni el proceder ni las funciones de la mandataria o de los medios o de todo lo que fuese. Digo: sí, que las palabras que fueron a parar a Argentina, México y otros países latinos, bien se las merecen (y las han escuchado) los chilenos. El problema: que hablando 40 minutos para cadenas internacionales, se tuvo que privar de internarse en su nación. No es su culpa, señora Michelle, de verdad que no: las reglas todas del juego están dadas para que las cosas sean así.
Me pregunto si, nosotros -ellos y yo, en un futuro-, no podemos aprehender la información en estos casos por lo que el país dice a su país (a no ser que sea necesario, por relación bilateral con otro país).
Y, sí, me digo: sé que probablemente sea parte del "periodismo de sitio", pero fuera de todo pesimismo, ¿querré tocar la puerta derrumbada para que me cuenten la crisis o aprenderé a escucharla y mirarla e informar con coherencia y sin hacer desperdiciar el tiempo (que, seamos honestos, es más que menester)? No he de cambiar las reglas, pero entre todas las morales, la mía propia... Antes de escribir, antes de saber sobre eso que me rodea, conocerme, el punto justo, las ideas más o menos claras; las de todos, el sueño que sigo sin entender por qué ha de ser eterno...

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