30 de marzo de 2010

La revolución como sueño eterno*

Acerca del sentir argentino, los discursos que no dicen y la memoria…

(Ícono publicitario de la fiesta que se llevará a cabo en el Obelisco el próximo 24 de mayo, con motivo del Bicentenario)

La ruptura y el quiebre, y el quiebre que rompe. Un pueblo revelándose para ser, y una nación reuniéndose cada 25, como entonces y siempre sin paraguas, para repetir el grito que fue convicción y que año a año exige un esfuerzo gradualmente más elevado para poder entenderlo y sentir; aún así menos sincero, con menos historia, la propia y la del pueblo, la propia con la del pueblo…
¿Qué hay entonces de Bicentenario en nosotros? Un recuerdo institucional, una plaza y algunos datos que se pierden con la llovizna inventada, y que logran aferrarse a la bandera sólo cuando nos lo proponemos; el problema radica en que gran parte de la población Argentina no se lo propone, y que lo que nos rodea no nos acerca al recuerdo, no nos refresca la memoria -memoria que no ha de ser sólo del ’76, que es la de todos y la de siempre-…
En 1810 un grupo de rebeldes gritaba la revolución y la comunicaba, a paso de caballo, a la población de la vasta Argentina; doscientos años después, a 2.4MB de potencia, a la mera sintonización de radios o televisores, al “paso” frente al puesto de periódicos, pocas letras, sonidos, fotos, videos, nos recuerdan que somos Nación (con mayúscula). Y, si bien las instituciones siguen hablando de la revolución por la independencia con sus ilustraciones decorativas, la “Revolución de Mayo” termina siendo un feriado con obligaciones patrias. Es claro que no todos tenemos los mismos principios, pero es justamente entonces donde deberían intervenir los discursos para encontrarnos con la historia: un entramado de enunciados académicos, literarios y, por sobre todo, mediáticos (que no siempre lo literario lo es) serían el coctel más apetecible para la construcción del “discurso cotidiano”, del ser con su entorno. La falla se encuentra en no lograr encontrar marcas discursivas que siquiera nos acerquen a una idea de patria; sí, sin embargo, de pugna de poderes e intereses entre los que la palabra “Bicentenario” logra insertarse como título honoris de otra controvertida decisión económica “K”. Olvidado ya ese tema, cuesta encontrar en los titulares de los diarios una historia que nos acerque a nuestra historia, a nuestro pasado. Las radios y los noticieros siguen con interés la verdadera lucha por el discurso (el propio, no el del pueblo), e internet, aún con todas sus posibilidades no nos presenta un panorama tan distinto: “googleando” el bicentenario argentino, nos encontramos sí con páginas que se proclaman a este tema y algunas noticias que no rememoran al “25 de mayo” cargándolo de sentir patriótico, sino como mero hecho anecdótico.
Es verdad que la construcción de todo sentimiento ha de ser propia, concierne al ser, a sus experiencias y a sus condiciones psicológicas; pero en una época en la que los que tienen acceso a la información se insertan en un mundo en el que se derrumban las barreras culturales, sociológicas, políticas, y hasta lo económico se quiere creer como global, es menester recordar los valores primeros, so pena de seguir gritando “¡Viva!” a una patria de la cual ya no nos sentimos tan parte, con unos valores que se alejan en demasía de lo que el sentir argentino representa.
Sentir argentino… Nos preguntamos si alguien entiende lo que estas palabras, ya casi en desuso, significan… Como comunicadores sociales es nuestro objetivo luchar por no olvidar quiénes somos, por hacernos parte de la historia y, luego de todo este proceso que, como dijimos, ha de ser siempre interior e individual, es nuestra tarea no dejar que las letras sigan no diciendo, que las voces sigan callando, que las imágenes sean cada día menos nuestras. Con ese sueño de jóvenes rebeldes, doscientos años después, seguiremos luchando.


*(Artículo escrito para la cátedra "Comunicación periodística", UCES Rafaela)

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